'Parenostre', el cine recrea la caída de Jordi Pujol, el padre de la patria catalana que ponía presidentes en Madrid

La tarde del 25 de julio de 2014, muchos españoles leyeron una noticia que les dejó en shock. Jordi Pujol, expresident de la Generalitat de Catalunya y fundador de Convergència i Unió (CiU), hegemónico en el Govern durante 23 años, emitió un comunicado con una confesión inaudita: el reconocimiento de que durante décadas su familia había ocultado dinero en el extranjero.
La confesión de Pujol llegó después de que, durante días, informaciones publicadas por El Mundo apuntaran a un cuantioso patrimonio de la familia en paraísos fiscales. La versión de Pujol es que el dinero oculto procedía de una herencia del abuelo Florenci, en ningún caso de la corrupción política.
Nadie creyó su comunicado –especialmente la idea de que el grueso del capital evadido lo constituyera una deixa del abuelo–, y su reputación se desmoronó. Caía así un padre de la patria: la catalana, pero también la española, pues el partido de Pujol había sido decisivo para estabilizar la democracia en los primeros 80 y, además, había puesto con sus votos tanto a Felipe González (1993) como a José María Aznar (1996). Así lo narra también la cinta Parenostre, con guion del productor televisivo Toni Soler –que ya había guionizado hace más de una década la revuelta de 1934 en Barcelona– y bajo la dirección de Manuel Huerga.
La película aborda los hechos de la tarde previa, el 24 de julio, en la que los Pujol, reunidos en casa del patriarca, reciben por parte de los periodistas de El Mundo la noticia de que al día siguiente se publicará un reportaje sobre su patrimonio oculto. Es a partir de este punto que Parenostre desarrolla su trama, con Josep Maria Pou en el papel de Jordi Pujol y Carme Sansa en el de Marta Ferrusola.
El filme se centra en la reacción de los integrantes de la familia ante el anuncio, que cae como una bomba: en menos de 24 horas toda España sabrá quién era en realidad el líder catalán y un velo caerá de los ojos de todos aquellos catalanes –muchos– que hasta entonces habían visto en Pujol una figura paternalista y protectora, totalmente confiable.
Algunos flashbacks nos retrotraen al pasado de Pujol padre, militante antifranquista, pero también creador de la Banca Catalana, un proyecto de oscura trayectoria que terminó en quiebra y con grandes cantidades de dinero en paradero desconocido. ¿Acaso en Andorra?
Esa sospecha sobrevuela Parenostre, como tantas otras que señalan a los hijos y sus negocios, las comisiones que cobraban de los empresarios, supuestamente en nombre del expresident, o la madre, Marta Ferrusola, que según documentos del sumario del caso era conocida en los medios financieros andorranos como “la madre superiora”.
No obstante, la cinta de Huerga y Soler no concreta hechos, sino más bien pretende crear un fresco de aquella tarde, tensa y dramática, fabulando con las personalidades de Pujol, Ferrusola y sus tres hijos Oleguer, Oriol y Jordi, que se culpan entre sí de los errores y excesos cometidos en lo que un día Pascual Maragall definiera respecto a sus actividades como “un lucro incesante”.
La caída de un mito
En esta tormenta emocional en la que se mezclan el miedo, la culpa y la sensación de haberse pasado de la raya, es el expresident quien pone el seny y asume que no podrá negar la información del mundo, al menos en su totalidad. Es por ello que Pujol, no sin antes hablar con el rey emérito Juan Carlos I para amenazarle con revelar trapos sucios que le atañen, y viendo que el exmonarca no responde a las presiones, decide escribir su comunicado.
A partir de la publicación del mismo, Parenostre, nos muestra la reacción en cadena que se produjo en los medios tanto catalanes como españoles ante la confesión: no hay piedad para Jordi Pujol y los suyos. Los mitos como él caen desde todo lo alto y el ruido que se produce cuando impactan con el suelo se oye en todos los confines.
Un momento destacado de la cinta, que explica el juicio mediático, reproduce a un Pujol reflexionando con qué calle de Barcelona le hubieran otorgado a su muerte de no haber acontecido lo que se conoció popularmente como el “caso Pujol”. Comenta el expresident que Tarradellas tiene una avenida –y ahora un aeropuerto–; Francesc Macià una plaza y Companys un paseo. Por contra, se lamenta, el Ayuntamiento de Arenys de Munt, su población natal, quiere retirar a estatua que le dedicó en el pasado. “Como si fuera Sadam Husein”, suelta con amargura el Pujol que interpreta Josep Maria Pou.
Los autores de Parenostre apuntan a lo largo de todo su metraje que detrás de la causa mediática y judicial contra la familia Pujol no hay una mano inocente, sino una guerra sucia del Estado, que se revuelve ante el avance del Procés que culminaría en 2017 con el referéndum del primero de octubre. Aparece, así, en una escena el inefable comisario Villarejo, que mantiene una tensa conversación con Oriol Pujol en la que le deja claro que esta vez van a por ellos en serio y no van a poder evitar la caída. Como finalmente ocurrió.
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