Miquel Giménez, escritor y periodista, publicó el 3 de abril de 2025 en Vozpópuli un artículo titulado «La leona y la gatita«.
Es una pieza muy divertida en la que el periodista y escritor denuncia la degradación del debate público en España.
Con un tono crítico y reflexivo, el autor señala que «a mí me repugna la indigencia dialéctica y el matonismo tertuliano que está de moda», un fenómeno que atribuye a la polarización política y la mercantilización de la información. Giménez parte de una metáfora animalista para ilustrar la dinámica de poder en los medios: «La leona y la gatita» simbolizan dos actitudes opuestas en el discurso público.
Mientras la leona representa la fuerza argumental y la capacidad de imponer ideas con rigor, la gatita encarna la sumisión, la inseguridad y la tendencia a adaptarse a corrientes dominantes. Este contraste, según el autor, refleja una sociedad donde «el matonismo se ha convertido en moneda de cambio para ganar audiencia».
La mercantilización del discurso y sus consecuencias
El artículo profundiza en cómo los medios de comunicación han priorizado el espectáculo sobre el contenido. Giménez critica que las tertulias televisivas se hayan convertido en «arenas donde se exhiben posturas extremas, no para debatir, sino para generar polémica». Este enfoque, según el autor, fomenta la simplificación de temas complejos y la creación de «enemigos imaginarios» que alimentan la división social.
Un fragmento clave del texto subraya la responsabilidad de los periodistas: «Los tertulianos, en lugar de buscar consensos, se dedican a construir murallas ideológicas. Y los medios, en lugar de moderar, premian la agresividad». Esta crítica apunta a un sistema donde la audiencia se prioriza sobre la calidad del debate, generando un círculo vicioso de radicalización.
Propuestas para reconstruir el diálogo
Frente a este escenario, Giménez plantea una serie de soluciones. En primer lugar, aboga por «recuperar la humildad intelectual», entendiendo que el debate no es un combate, sino un intercambio de ideas. También propone que los medios asuman su papel como «espacios de encuentro, no de confrontación», promoviendo formatos que prioricen la profundidad sobre el impacto inmediato.
El autor insiste en la necesidad de «educar en el arte de escuchar», un valor que considera esencial para reconstruir la cohesión social. En este sentido, cita un fragmento de su texto: «El verdadero poder no está en gritar más fuerte, sino en convencer con argumentos sólidos». Esta idea se vincula a la defensa de una cultura del diálogo basada en el respeto y la capacidad de cuestionar las propias convicciones.
Giménez cierra su análisis con una llamada a la responsabilidad colectiva. Considera que la reconstrucción del debate público requiere un cambio de actitud tanto en los medios como en la ciudadanía. «No podemos seguir tolerando que la grosería pase por valentía y la mediocridad por originalidad», advierte, proponiendo un modelo donde «la leona y la gatita» dejen de ser antagonistas para convertirse en complementos de un discurso más matizado y enriquecedor.
El artículo, en síntesis, no solo denuncia un problema, sino que ofrece un marco ético para repensar la comunicación política. Su enfoque, lejos de ser pesimista, apela a la capacidad de transformación de la sociedad, recordando que «el lenguaje no es solo un instrumento, sino un reflejo de nuestra civilización».